Por Francisco José Casado Pérez
Cuando la mirada solo funciona
para que no mueras o llegues tarde,
soltar las riendas de la mirada
te regresa a los cuatro años,
donde todo es pregunta
en espera de respuesta,
aunque sea mentira.
Mirar es la acidulada corrupción
que atraviesa el automatismo
impreso sobre las palmas.
Mirar
hace bien
y todo lo contrario.