man in black and white stripe dress shirt sitting on chair in front of macbookColumna | Semillas de Pitaya

Semillas de pitaya | Muros de aire

Nueva literatura mexicana

Por Luis Olaf del Lago 

Después de tantos meses en pandemia siento que vivimos con el tiempo detenido. Entre las nuevas variantes del virus y las cifras a diestra y siniestra me siento como un pececito dentro de una pecera gigante, muy del tipo de las que están en los restaurantes de mariscos, a primera vista parecen grandes pero en realidad son pequeños universos de criaturas presas en el agua. Por irónico que parezca hasta este momento de la pandemia me puse a pensar en esos escritos que han nacido dentro de los universos del encierro. 

Me puse a pensar también en esos emblemáticos personajes que se encuentran prisioneros, el primero sin duda, ese que siempre me hace llorar al recordar sus palabras me susurró al oído “que la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Del eco de Segismundo paso a escuchar los pasos frenéticos de una monja encerrada en un convento, Suzanne Simonin. Denis Diderot le otorga a su personaje el don de la escritura para luchar por su libertad. La Religiosa (1796), es quizá uno de los libros que más nos habla sobre el deseo de libertad dentro de la literatura universal. 

Podría seguir hablando sobre Dostoievski, sobre el marqués de Sade, o sobre el mismo José Revueltas, quien sin duda alguna es el referente más claro de la literatura del encierro en las letras mexicanas. Si aún no han leído a éste último les recomiendo que se adentren en el universo de El Apando (1969) y de Los muros de agua (1941). La primera construye el abismo del Palacio negro de Lecumberri y la segunda nos habla de la prisión de las Islas María. Revueltas nos habla de una isla que es prisión, pero muy en el fondo nos recuerda que nosotros también podemos ser islas, ser aislados, o a veces aISLArnos a nosotros mismos. 

Para recordarnos que estos muros se pueden quebrar con la literatura, en este mes de agosto quise presentarles el trabajo de una autora mexicana que como Dostoievski también escribe desde el encierro. Ella nos habla de su historia, pero también de las historias de las mujeres que la acompañan en una cárcel mexicana del norte del país. Sylvia Arvizu apuesta por romper el aislamiento contando historias que a ratos son crónica pero a veces lindan con el cuento de fantasía. En el mundo de Sylvia los árboles, por ejemplo, son presencias mágicas que irrumpen en el asfalto del penal, y el amor puede surgir de los lazos creados por la tarea compartida del cocinar. El libro que los invito a conocer en esta edición de agosto de “Semillas de pitaya” es Las Celdas Rosas (2017), en donde podrán encontrar más de veinte relatos cortos que los harán valorar más su día a día, pero sobre todo los harán acercarse a historias verídicas de mujeres privadas de su libertad bajo una narrativa honesta y hermanada con las personas que inspiraron los relatos. Las Celdas rosas nos acerca también al retrato del México flagelado por el narcotráfico, por la corrupción y la desigualdad. Existe, sin embargo, una apuesta profundamente valiente por parte de la autora no solamente al alzar la voz por una comunidad encarcelada, sino por entender cada una de las historias de vida desde el respeto.

Sylvia se mete dentro de la anécdota y nos saca la lágrima en cada uno de los relatos. No existe un juicio, pero tampoco una justificación. Lo que Sylvia cuenta lo cuenta desde la mirada de alguien que comparte el camino de un entorno inesperado. Así, con el simple y llano hecho de transitar desde la escritura con las presas de un penal, Sylvia nos ofrece realidades que no creemos tocar, pero que conviven diariamente con nosotros en el mismo país, quizá en la misma calle o en la misma casa. La mirada de Sylvia nos lleva, aunque sea un poco, a no cegarnos, a romper muros de aislamiento que hemos construido desde el privilegio de la libertad y de la soberbia (quizá inconsciente) de creer que caminamos solos. La literatura se escribe en todos los rincones, se sueña en todos los rincones, y Sylvia es muestra de que la nueva literatura mexicana también se escribe desde un encierro ignorado por muchos de nosotros. Los invito a que se den una vuelta por el trabajo de esta gran escritora mexicana que lucha desde su trinchera por compartirnos un pedacito de vida de las mujeres que viven privadas de la libertad. También los invito a que hoy escuchemos esas voces de los personajes que durante siglos nos han gritado que la libertad la construimos día a día. Estos textos sobre el aislamiento tienen quizá mucho que ofrecernos hoy más que nunca. 

Al final la escritura del encierro nos pone a pensar en esos muros que para Revueltas eran de agua, pero que para muchos de nosotros son muros de aire, muros establecidos por nuevas formas de convivencia a causa del miedo al contagio. Esos muros invisibles que no nos dejaron abrazar a los seres queridos, y que para muchos siguen ahí. En otro nivel, quizá un poco menos consciente, estas escrituras del encierro nos ponen a pensar en las paredes invisibles que colocamos ante un rompimiento amoroso, las barreras que nos ponemos para aISLArnos de aquello que extrañamos. Las escrituras del encierro nos ponen a pensar en lo privilegiados que somos al poder caminar a voluntad, pero también nos reflejan los prisiones que nosotros mismos construimos, nos ponen a pensar en nuestros propios muros de aire.

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