Por Emiliano M.
Llueven livianas flores de jacaranda
sobre mi calle mal pavimentada.
Es otoño
y estoy aquí,
y tú estás aquí también.
Qué fresca y fría
huele la mañana.
El sol acaricia nuestros rostros,
rojos,
y nos cosquillea la piel.
El aire aún trae aroma a lluvia (aunque ya no llueve),
mece las flores
y tu cabello,
y mis manos,
y todo huele a lluvia.
En tu azotea,
con vista a los cerros y las nubes,
ríen tus ojos detrás de los lentes oscuros
porque tú estás aquí
y yo estoy aquí también.
Las paletas de hielo
se derriten en nuestras bocas
y nuestros dedos,
y quedamos pegajosos
cubiertos de abejas.
Ahora somos flores, me dices.
Y ríes,
y reímos
con los labios;
la luz brilla azul en nuestras retinas.
El tiempo se detiene
a contemplar las nubes
y todo se queda quieto
(muy quietecito).
El sol brilla juguetón y amigable
porque estoy aquí
y tú estás aquí también.