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Poesía | Agonística

Por Christian Jiménez

Lo recurrente del sueño, 

la quimera de lo real. 

Aquel paraje que de niños vimos 

hoy talados los árboles

y muerto el hombre. 

No hay pájaros en el cielo

ni olas en el mar, 

enclaustrados en hospitales, 

las esperanzas y las violetas parecen huir del parque. 

Mi infancia en una foto

ya no sirve como antes. 

Estás en la orilla 

y gritas nombres y más nombres. 

Lápidas de la memoria, 

horizonte de la casualidad. 

Quizá dentro de poco, 

una mano amiga 

nos recuerde a nuestros muertos. 

Mientras tanto, 

por la puerta del edificio

desfilan perros y gatos, 

mascotas tenues de la soledad. 

No quiero gritar,

y no puedo cantar.

Ya nada es tan simple como recordar,

y mientras más lo hago, 

más muertos recorren el periódico. 

Obituarios para cazadores de la historia,

a eso se redujo nuestra vida. 

Crecimos con el siglo, anclados al milenio.

Vemos desde las rocas enfiladas

otra serie de desastres,

la muerte, ya se sabe, 

es una mala manera de poner el punto final. 

Entonces, te susurro al oído.

El amor, nuestro amor, 

caduca con la vida. 

Se aísla de los nombres y de los rostros,

pone la distancia precaria que nos demandan

aun así, 

se quiebra en los sueños. 

Hoy, como ayer, 

miramos en el espejo, 

una sombra que se va.

Mañana, ella, la muerte, 

la simple igualadora, 

también tendrá tu mirada encapsulada

y respirando dirá 

en lenta letanía

la mejor canción de cuna

que imaginar se pudiera. 

II

Olvida lo aprendido, 

fluye como el río, 

deja todo de lado, 

el porvenir es largo, 

necesitas estar liviano. 

Quiero que sepas que no estás solo, 

aunque bajo las estrellas 

tu corazón 

cazador solitario, 

así lo siente. 

No ocultes tu miedo, 

ni tu amor; 

no estás solo, ya te digo.

Cree en mi palabra,

como la lluvia lo hace con las nubes. 

Abrirás los ojos,

ya verás.

aunque bajo tus pies, 

el desierto se fundirá. 

III

Quieres ir por caminos nunca vistos, 

despertaste en la curiosidad y

esta vida te entrega todo el oro 

y el todo el incienso, 

¿qué harás con ellos mientras tu tiempo se levanta?

Es tiempo de lluvia, 

y con la lluvia, vendrá el vino, 

y con él, 

las fiestas de guardar. 

Te podrás entregar al baile, 

y a la canción eterna, 

olvidando tu origen. 

Y está bien, 

porque no podrás andar el camino 

si ya lo sabes de antemano. 

Las brújulas se desplazan en la piel,

deberías saberlo. 

Deja, entonces, de preguntar, 

vive. 

Vivir es importante, 

y aprender, fragilidad. 

Nunca soples más de lo necesario junto al viento, 

él no sabe tu pasado. 

Pueda ser que crea que compites con él:

al verte podrá hacerte caer de tu pedestal. 

Recuerda, esto es ley de vida, 

si un día, lejos en invierno, 

recorres la montaña de los suspiros, 

busca dentro tuyo,

encuentra las palabras esenciales

y arroja muy lejos

todo cuanto a tu corazón le pese.

El amor, 

los hijos, 

el dinero, 

el miedo, 

el éxito;

todas esas cosas importantes para el mundo son, 

pero para ti, 

que estás en el borde la navaja, 

simples efectos personales deben ser. 

Afinidades elementales simplemente. 

Así que mientras más rápido las veas, 

mejor estarás; 

podrás escribir. 

Escribir entonces,

sin pausa y con letra original

en el gran libro primordial. 

Aquello de lo que llaman destino

las hojas 

una a una, garabateadas, estarán. 

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