white space ship and brown planetContenido

Cuento | Estamos solos

Por Carlos López Ortiz

Hemos estado durante años construyendo, estudiando, desarrollando y explorando este mundo con la esperanza de que un día podamos empezar a colonizar el planeta rojo. Ese día ha llegado.

Chloe Han, presidenta de los Estados Unidos, 2077.

Alice recuperó la conciencia, abrió suavemente los ojos y miró alrededor de sí con aire aturdido, incapaz al principio de recordar dónde estaba o qué hacía allí. El cielo estrellado se filtraba a través de la ventanilla circular de lo que parecía ser una oficina. En un gesto casi automático, se llevó una mano a la cabeza y gimió. Sintió una fuerte punzada en el cráneo y, bajo el pelo apelmazado con sangre coagulada, notó un chichón.

Permaneció inmóvil sentada en el piso mientras aclaraba sus ideas. Trató de evocar quién la había golpeado por detrás haciéndole perder el conocimiento. Los recuerdos le parecían esquivos, le dolía la cabeza y le costaba concentrarse; aún así, hizo acopio de todas sus fuerzas. De golpe, Alice rememoró lo sucedido: no lo oyó acercarse. Estaba completamente desprevenida; fue en ese momento cuando vio moverse algo en el límite de su campo de visión, y distinguió la silueta de Dimitri, el oficial de enlace con la Tierra, y cuando le cayó en la cabeza algo duro que la lanzó contra el suelo. Entonces la inconsciencia envolvió su mente.

Humedeció los labios resecos y obligó a su boca a articular algunos sonidos.

—¿Raymond?

No hubo respuesta, solo silencio. Entonces recordó que hacía un ciclo y medio1 atrás, su pareja Raymond, Syaoran, Philippe y Annegret2 debieron haber vuelto. Habían partido de la base Clipperton3, dos meses4 atrás en un viaje largo y desesperado en busca de agua en el paraje marciano.

“¿Por qué la United Space no ha enviado las provisiones?”, se preguntaba, medio aturdida, con la cabeza apoyada en la pared. “Si tan solo aquella tormenta no hubiera dañado severamente el equipo de comunicación en una tormenta, hace cerca de medio año5”.

Adorado Dimi:

Quiero decirte que todos los días anhelo nuestro reencuentro. Sé que faltan muchos años para que me envíen la siguiente nave que vaya a Marte, pero no dejo de extrañarte. Cada noche sueño contigo y con nuestra vida en ese planeta.

Aún me siento mal por haberme enfermado de varicela. Ya sé, ya sé: no soy culpable, pero así me siento.

Cada día estoy orgullosa de ti, mi oficial de enlace. Y cuando veas a las otras parejas juntas no te desanimes, piensa en mí y relee este correo de amor, para que puedas sentirme a tu lado. Hasta pronto, amor de mi vida.

Tatiana

Alice oyó los gritos desesperados de Mei, seguidos de algunas palabras en ruso que no pudo distinguir. Se irguió; la espalda también le dolía. Hubo un momento en que sufrió un breve mareo, pero recurrió a toda su fuerza de voluntad y consiguió resistirse.

Subió corriendo con todos los sentidos alerta. Al entrar a su habitación, encontró el pequeño cuerpo de Mei tendido en el suelo con el corpulento Dimitri encima, amenazándola con un cuchillo en el cuello e intentando abusar sexualmente de ella. Él giró la cabeza hacia Alice. Cuando la vio apoyada en el arco de la entrada, soltó en una gran carcajada antes de decir:

—Capitana Alice, espero no haberla golpeado tan fuerte —dijo con un fuerte acento ruso. Solo quería neutralizarla mientras sometía a Mei, pero qué bueno que te nos unes.

Apartó el cuchillo del cuello de Mei e incorporó su gigantesco cuerpo de 1.90 m de la cama.

Alice permaneció muy quieta, mirándolo a los ojos. Al cabo de un momento él volvió a hablar:

—A partir de hoy me nombraré ¡rey de Marte! —su rostro empezó a formar un dibujo más errático—, y ustedes dos me obedecerán en todo lo que desee.

Dimitri comenzó a carcajearse tan fuerte que su voz resonó por toda la habitación. En seguida se acercó a Alice con el cuchillo en la mano y el brazo extendido. Se aproximó tanto que pudo observar con detenimiento sus facciones angulares, ojos gris olivo y la nariz ligeramente torcida, rota en una pelea. Alice comenzó a sentir miedo, su corazón se aceleró por la adrenalina. No era la primera vez que sentía miedo de perder la vida: lo sintió cuando su avión fue derribado en la Segunda Guerra de Venezuela. Debía controlarse. Respiró hondo y confió en su entrenamiento.

De inmediato se lanzó encima de aquella masa de músculos. Forcejeó, lo golpeó una y otra vez. Al principio la ignoraba, se reía divertido; entonces Alice le golpeó con la rodilla la entrepierna. El ruso se dobló sobre sí mismo e intentó recobrar el aliento. Cuando volvió a incorporarse, ya no sostenía el arma en la mano.

Acto seguido, Dimitri le tiró un codazo que le alcanzó en el mentón, ella echó la cabeza hacia atrás, aturdida. Ni siquiera vio el segundo golpe, que la derribó al suelo. Estaba desorientada. Dimitri aprovechó para inmovilizarla. De pronto Mei, quien seguía en el suelo, tomó el cuchillo y se lo clavó entre el cuello y la espalda. Un grito ronco, ahogado, brotó de sus labios. Poco a poco, Alice se liberó y corrió hacia Mei. Dimitri extrajo el cuchillo ensangrentado y se derrumbó. No se movía. Yacía en un charco de sangre. Por instinto Alice se acercó a él para tomarle el pulso. Al llegar junto a Dimitri comprobó que aún respiraba, pero estaba frío.

—Capitana.

No respondió. Alice estaba sumida en sus pensamientos, repasando todo lo que había pasado en las últimas horas.

—Capitana —insistió Mei, hablando en un inglés con marcado acento chino—. ¿Cuando llegue la nave con los nuevos colonos qué les diremos?

—Es… estamos solos. Nadie vendrá.

Ninguna de las dos se movió. Se quedaron congeladas, en estado de shock, como si sus cerebros se hubieran estampado en una pared de ladrillos. Después de un largo y tenso silencio, Dimitri continuó hablando.

—No me creen ¿Verdad? —escupió sangre a un lado. Luego continuó hablando mientras aún respiraba con dificultad—. La línea con la Tierra funciona. Compruébenlo ustedes mismas… Solo que no hay nadie del otro lado.

Dimitri se rio antes de dar su último aliento.

Querido Dimi:

Me da gusto que hayas podido restablecer las comunicaciones con la Tierra, plyushevyy mishka6. Me tenías con el pendiente de que algo te hubiera pasado. No quiero preocuparte, pero tengo miedo que no te vea durante más años.

Las cosas siguen mal: la visión aislacionista del presidente estadounidense James Brown puede suponer un riesgo para el proyecto de la colonización de Marte.

Brown ha impuesto aranceles a los productos de nuestra madre patria y en represalia nuestro presidente Potemkin impuso aranceles a los productos estadounidenses.

Ayer el ejército estadounidense bloqueó el Puente Intercontinental de la Paz, en el estrecho de Bering. Hoy Potemkin envió vehículos blindados y Fuerzas Especiales a la península de Chukotka.

Perdóname: no debería desperdiciar este momento con politiquerías.   Pase lo que pase mi corazón estará contigo.

Tatiana


1 Sabiendo que el año en Marte dura 686’9726 días terrestres, el Dr. John Clipperton diseñó un calendario con los mismos 12 meses del calendario gregoriano. Sin embargo, se enfrentó a un problema: cada agrupación de días era en su totalidad de 14 días y la palabra semana viene del latín sertimana formada por “sept” que significa siete por lo que decidió llamarlo ciclos.

2 El Dr. Clipperton propuso que los colonos fueran con sus parejas para formar una comunidad permanente y en constante expansión.

3 En un principio la United Space decidió nombrar a la base Nova Terra, pero un mes antes del lanzamiento, el Dr. Clipperton murió asesinado en el estacionamiento de un supermercado al defenderse del robo de su carro. Por lo que se decidió nombrar la base en su honor.

4 Cuatro meses terrestres.

5 Lo que equivale a 343 días en la Tierra.

6 Osito de peluche.

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