Por Beth García
Eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht, neun, zehn…1 y sigo contando. En total escucho veintidós pasos acercándose mientras cruje la madera del piso hasta que se detiene. No sé dónde estoy. Reconozco la canción de fondo. No sé qué es, pero si es que existe, mi sexto sentido hace que se me erice la piel porque siente que algo se acerca. Nunca había estado en estas condiciones. Mi cabeza pelea entre alterarse o relajarse. Auxilio. No quiero estar aquí. No. Un “no, no, yo lo controlo”, retumba en mi interior, cierro los ojos intentando poner mi mente en blanco.
Mis pensamientos y oídos son lo único que no se ha paralizado; mis brazos y piernas están atados a una silla y mis ojos no pueden ver nada; la habitación está oscura; gritar no es una opción, ya que hay una mordaza en mi boca. Asimismo, alcanzo a distinguir un olor nauseabundo. Intento aguzar mí oído lo más que puedo y logro distinguir el tintineo de unas llaves y cómo una perilla chilla al abrirse. Eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs2; seis pasos hasta que se detiene de nuevo. Siento el ligero tacto de unos pelitos en mi oreja junto a una respiración profunda y demasiado densa. La sensación de este hálito caliente me hace apretar los dientes y cerrar fuerte los ojos para aguantarme las ganas de gritar. La respiración continua a la par que unas uñas largas, me recorren la garganta, suben al mentón y se detienen a acariciar mis labios. En ese momento, los pelitos que sentía en mi oreja se mueven, una cosa húmeda y carnosa se pasea por mi oreja y la llena de algo baboso y frío. Suena una voz rasposa y ronca casi inentendible:
—Haben Sie Hunger? 3—dice mientras siento cómo desata la mordaza y la hace caer.
Era un alemán muy carente de fonética, apenas lo descifré. solo pude contestar con un jadeante “Ja”4.
Eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs; 2 seis pasos hasta que se detiene de nuevo. La habitación se ilumina entonces con una luz que se mantiene parpadeando con el sonido de la corriente eléctrica apunto de fallar; una especie de baño percudido, enlamado y mal cuidado con una tina de agua negra pútrida se aparece a mis ojos.
—Das Müsli… Entschuldigung, das Müsli ist schmutzig…5
Sostiene enfrente de mí un plato con una especie de hojuelas de cereal sobre las cuales veo cómo caminan cucarachas. Las intento contar… Eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs…nein, 6 son demasiadas. Toma un poco con sus dedos, me pisa con gran fuerza y al momento de abrir la boca para gritar, los introduce.
—Nein, nein, nein, bitte!7 —Intento articular con la boca llena múltiples veces, mas no para.
—Oye, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?
Siento cómo los ojos de la psiquiatra se clavan en mi espalda y me miran con curiosidad. Me sobresalto y me doy cuenta que estoy moviéndome en la silla frente a su escritorio como si me intentase liberar. Levanto los ojos y veo una luminosa y amplia ventana que da al jardín.—Ten, toma unos dulces, ¿te gusta? Sonne8 de Rammstein, amo el inicio: eins, zwei, drei, vier, fünf…turuturuturu2 bueno no importa— continua diciéndome mientras camina por la habitación y estira su brazo para alcanzarme el dulcero —No te preocupes, estas cosas pasan seguido en gente como tú, estarás bien aquí con nosotros, es tu primer día— Se detiene detrás de mí y me pone sus manos en los hombros por detrás— o eso yo pienso.
1 Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez…
2 Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis;
3 — ¿Tiene hambre?
4 “Sí”.
5 El cereal, disculpe, el cereal está sucio.
6 Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… no.
7 ¡No, no, no, no! ¡Por favor!
8 Sol