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Cuento | Hay alguien frente a mi casa

Por Alan Amado

Jos salió del trabajo a las 5 de la tarde. Tenía tiempo de sobra y algo de dinero extra, por lo  que pensó en ir a la fonda que está junto a la oficina de correos, donde servían buena comida a buen precio. No tardaría mucho en llegar, tal vez unos 10 o 15 minutos, dependiendo de cuántas ganas de caminar tuviera en ese momento. Estuvo ahí durante un buen rato. La señora que atendía era amable con él y siempre procuraba que se sintiera cómodo. Mientras comía, revisaba las noticias en su celular: algunos artículos y notas sobre recientes robos y asaltos en las calles. Había leído varias publicaciones así desde hacía un par de semanas y eso lo tenía particularmente estresado, incluso más que su trabajo o algunos otros pendientes.

Bajó del transporte público frente a una unidad habitacional. Se había mudado a un pequeño departamento hace un par de meses. No era un gran lujo: la sala y el comedor estaban juntos y a la cocina la separaba una barra de desayunos muy pequeña; pero podía pagar la renta y mantenerlo en pie. Empezaba a oscurecer. Había gente en la parte de afuera de su edificio. Algunos niños jugaban fútbol en la calle y unos chicos bebían cerveza sentados en la banqueta. Cuando pasó junto a ellos, uno de los muchachos vio a Jos, alzó ligeramente la cabeza y susurró algo que él no pudo entender. A Jos le incomodó pues no le gustaba que lo molestaran, ni que iniciaran peleas con él, ni nada parecido, así que simplemente lo ignoró y siguió caminando.

Dentro de su departamento, Jos se sintió tranquilo. Fue a la cocina. Tenía sobras de la comida del día anterior, las calentó en el horno y se sirvió agua que tenía en una jarra de plástico en el refrigerador. Puso a hervir otro poco de esa agua en una jarrita de aluminio en la estufa, para hacer café soluble. Encendió su tablet y reprodujo un thriller de detectives que veía por internet. Vio un par de episodios y después se sintió cansado. Preparó más café y tomó una pieza de pan del contenedor de plástico que tenía en la barra de desayunos. 

Limpió su cocina y después a su comedor. Revisó unos pendientes y algunos documentos que tenía en su computadora. Al poco rato empezó a sentir sueño. Miró el reloj en su celular, ya era algo tarde. Fue hacia la puerta, la cerró con llave y se cercioró de que estuviera bien asegurada. Vio por la ventana que daba a la calle y deslizó las cortinas para darse más seguridad. Cuando corroboró que todo estaba seguro, fue a dormir.

Rodó en la cama hasta que por fin pudo despertar. Pasó la mano por su cara porque estaba sudando. Se levantó a orinar. Salió del baño y notó una leve molestia en el estómago. Supuso que era por tanto café que había tomado. Vio la hora en el celular: eran las 12 de la noche. Fue a la cocina para prepararse un té que le ayudase a dormir. Aclaraba sus ideas mientras esperaba pacientemente a que el agua hirviera. Vio el reloj de nuevo y decidió llevar su taza de té al cuarto. Se sentía aún un poco dormido, pero quiso dar una revisión rápida a su casa. Fue a su puerta y con cierta despreocupación giró la perilla para comprobar que estuviera cerrada. Sabía que así era. Después, se dirigió a las ventanas y abrió las cortinas a la mitad. Vio a alguien sentado en la banqueta del edificio de enfrente.

Jos se asustó y cerró las cortinas de golpe. El cansancio se fue por completo. Trató de entender lo que acababa de ver. Pensó en muchas cosas. Tal vez no había sido nada, seguramente una sombra o las figuras de las ramas de los arbustos sobre la acera. Como estaba cansado, no vio bien. Tal vez eso era, pero necesitaba estar seguro, solo para prevenir. Esta vez, abrió ligeramente las cortinas, de forma casi imperceptible desde lejos, una pequeña ranura para poder asomar una pequeña parte del ojo. Vio de nuevo a alguien sentado en la banqueta del edificio de enfrente. Tenía las manos en los bolsillos de una sudadera roja y la capucha puesta. Abrió un poco más las cortinas para observarlo mejor. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad de la calle, notó que quien estaba afuera miraba directo a su ventana.

Sintió un repentino vacío en el estómago y en el pecho. Se contuvo lo mejor que pudo para, según él, no hacer un movimiento espontáneo y exponerse, aunque pensó que ya estaba expuesto. Se apartó nervioso de la ventana. Tal vez era uno de los muchachos que había visto esa tarde bebiendo cerveza, pero estaba muy lejos y muy oscuro como para distinguir sus rasgos. Pensó que tal vez sería buena idea tener a alguien como testigo, por si algo le llegaba a ocurrir. Tomó su celular y empezó a buscar en sus contactos. Encontró el número de Alejandro, con quien compartió un departamento antes de mudarse a donde ahora vivía. Llamó un par de veces, pero no contestó.

Alejandro estaba dormido en su departamento. Lo despertó la vibración y el tono de su celular en la mesita junto a la cama. Tomó el teléfono y vio el nombre de Jos en la pantalla. Se preguntó “Qué carajos quiere”. Perdió la llamada. Esperó unos segundos y después nada. Revisó el registro y vio que tenía dos llamadas perdidas de Jos. Se sorprendió un poco. Después recibió un mensaje:

J: Ale, hermano, ¿estás despierto?

Alejandro lo vio un poco molesto y contestó.

A: Sí, ya estoy despierto. ¿Qué pasa?

J: Loco, hay alguien frente a mi casa.

A: ¿Quién?

J: No sé, alguien. Qué hago. Está viendo para mi departamento.

Suspiró y recostó la cabeza sobre la almohada. Algo tenía tenso a Jos. Vio la hora, eran poco más de las 12 de la noche.

A: Bueno, pues déjalo. No es nada. Ya no te preocupes. Mejor ve a dormir.

J: No, loco, te digo que hay alguien afuera de la casa. Ya tiene mucho tiempo allí.

A: ¿Estás seguro?, ¿Para qué?

J: Te lo juro, está aquí afuera, en la banqueta de enfrente.

Ale estaba demasiado cansado como para ser paciente con Jos, lo había sido antes por los buenos tiempos en el departamento, pero esa noche ya era muy tarde.

A: Mejor ya duérmete. No es nada.

Esperó una respuesta. Dejó su celular de nuevo en la mesita. Cerraba sus ojos cuando el teléfono volvió a vibrar. Abrió los mensajes de Jos: le había enviado una fotografía, pero solo era una imagen oscura con un recuadro brilloso en la esquina superior izquierda, que era la luz de un departamento a través de la cortina.

A: ¿Qué es eso?

J: Ahí está el tipo. ¿No lo ves?

A: No se ve nada.

J: Es que el poste de luz se apagó. Estoy esperando a que se encienda otra vez.

Se levantó al baño y luego fue por un vaso de jugo a la cocina. Se sentía un poco molesto. Se frotaba la cara cada tanto. Caminó de vuelta a su cuarto y después, volvió a recibir otro mensaje. Se sentó en la cama. Abrió la imagen. Vio una foto del edificio frente al departamento de Jos con alguien sentado en la banqueta.

J: ¿Ya lo ves?

Alejandro sabía que ese mensaje iba con cierta recriminación. De verdad estaba sorprendido. Vio la imagen durante un momento, la amplió para asegurarse de que no fuera otra cosa. Efectivamente era alguien. Trató de ver el rostro, pero no pudo.

A: Ya lo vi.

J: ¿Ya me crees?

A: Sí, loco. Perdón. Pero oye, no se distingue quién es. ¿Es hombre o mujer?

J: ¿Y eso qué tiene que ver?

A: Pues por si tienes que dar detalles. Una descripción, pues. ¿Ya llamaste a la policía?

J: No.

A: ¿Y qué estás esperando?

J: Pues no sé. Tal vez no contesten.

A: ¿Sigue ahí?

Jos se asomó por la ventana. Movía despacio la cortina y veía con el ojo lo más que podía. Ahora, la persona tenía la mirada hacia abajo y parecía mover las manos, como si estuviera sosteniendo un teléfono y mandara un mensaje.

J. Sigue ahí.

A: Bueno, supongo que no es nada.

J: Lleva mucho tiempo afuera. Voy a ver qué hace.

Ale se levantó, fue a su sala y encendió su laptop. Reprodujo la primera serie que encontró, un thriller sobre detectives. Le pareció interesante. Se recostó en su sillón para verla, pero aún se sentía intrigado por lo que le dijo Jos. Cada minuto observaba su celular por si había un mensaje.

Jos dio un par de vueltas en la sala. Pensaba. Quien fuera seguía sentado en la banqueta. Volvió a asomarse. La persona empezó a ver a su alrededor. “Tal vez para asegurarse de que no lo vea nadie”, pensó. Luego se levantó. Entonces, alguien más que también vestía una hoodie se acercó. Ambos encendieron un cigarrillo y se sentaron en la banqueta.

J: Hermano, ahora hay dos.

Quiso tomar otra foto para mandársela a Ale. Cuando volteó a verlos de nuevo, ambos miraban hacia su ventana. Primero, se mantuvo quieto, como si eso los hiciera pensar que no había nadie dentro. Uno de ellos levantó su mano y señaló la ventana de su departamento.

J: Me están viendo.

Mandó una foto con ambos observándolo.

A: ¿Qué vas a hacer?

J: No sé. Acaban de levantarse.

A: Llama a la policía.

Ambos empezaron a caminar a su edificio y Jos les siguió con la mirada hasta que ya no pudo verlos por el borde de la ventana.

J: Creo que vienen hacia acá.

Se mantuvo quieto durante un par de minutos. Escuchó pasos que provenían del pasillo. Pensó que los tipos subían por las escaleras. Fue rápidamente a su cuarto, cerró la puerta con el seguro y se apoyó en ella. Escuchó como si alguien tratara de abrir la puerta del departamento. Estaba nervioso y asustado. No hizo ningún ruido y trató de escuchar lo que pasaba del otro lado. Esperó. Pasó una patrulla de policía y los ladridos de unos perros peleando lo asustaron. Vio el reloj en su celular. Ya habían pasado varios minutos. Salió de su cuarto. Ya no escuchaba nada. De nuevo fue a la ventana y se asomó. Miró en varias direcciones. Ya no había nadie.

Fue a su cuarto y se recostó en la cama. Recordó que hablaba con Alejandro. Vio su celular. Tenía llamadas perdidas de Ale.

A: Contesta. ¿Qué pasó?

J: Creo que ya se fueron.

A: ¿Estás bien?

J: Sí, estoy bien.

A: ¿Qué pasó?

J: Pues creo que solo se levantaron y se fueron.

Alejandro vio el mensaje y se fue a la cama. Se sentía un poco molesto. Escuchó música un breve rato y giró sobre su cama, pero no podía dormir. Vio el reloj. Abrió los mensajes de Jos.

A: ¿Sigues despierto?

J: Sí.

Vio su pantalla durante unos segundos. La respuesta de Jos fue lacónica. Ale notó una gran diferencia en ese mensaje a comparación de los anteriores.

A: ¿Cómo te sientes?

J: Creo que estoy bien.

A: ¿Todo bien?

J: Sí.

A: ¿Estás seguro?

J: Sí. Vamos a dormir.

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