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Cuento | El próximo año

Por Natalia Cantarell

Estaba recostado en el sillón verde agua que mi esposa insistió en comprar. Nunca entendí por qué la diferencia entre ese sillón y uno mucho más económico radicaba en el color. ¡Qué estupidez! Y aunque ahora me parece de lo más tonto, en ese momento decidí complacerle el capricho de tener un sillón verde agua.  Debo admitir que es bastante cómodo, al menos me ha servido para vegetar los últimos meses.

Éramos el sillón, la televisión y yo desde hace mucho. No sé exactamente cuánto tiempo. La verdad es que dejé de salir, de ver el calendario, de verme al espejo. Me he limitado a ir del sillón a la cocina, de la cocina al sillón, del sillón al baño. Pido la despensa por internet, la programé para que llegue cada semana. Es el único recuerdo que tengo de que el tiempo en realidad sigue avanzando. Anoche, mientras miraba la televisión, descubrí que inició la temporada de comerciales de jarabe para la tos, lo que me hizo sentido con la gran cantidad de cobijas que tenía encima. Sí, diciembre se acerca. Parece que fue ayer cuando preparaba con mi esposa la llegada de nuestra primera hija. En enero del próximo año cumpliría un año, al menos si la hubieran dejado.

Las cosas cambiaron mucho de un año hacia acá: perdí a mi esposa y a mi hija. Fue mi culpa. Fue mi error creer que las personas eran buenas, nunca podré perdonarme por eso. Perdí mi empleo, perdí la esperanza. En realidad, todo el mundo la ha perdido. Aparte de perderlo todo, el universo decidió empezar el maldito apocalipsis que venía prometiendo desde hace décadas.

A pesar de todo, aún tengo el bendito sillón verde agua que no se irá, al menos hasta que pueda salir de mi casa a comprar otro. Por ahora, esperaré con ansias el año nuevo, que sin duda deseo que sea mejor que este.

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