Por Emanuela Guttoriello
La lluvia
La lluvia cae en silencio, casi un susurro apenas toca la tierra. El paisaje muta, cambia, como una cortina de niebla cuando la lluvia llega a ser más intensa. Y después, truenos, relámpagos, casi el fin del mundo. Se termina así como ha empezado, de improviso. Hay en el aire un olor a hierba, tierra y sal, a pino y abetos de Navidad. Respiro.
Hierba
Hierba.. el jardinero acaba de cortarla, recoge los cortes, una cosecha de algo sutil entre las manos, y su olor mezclado con el viento llega a la nariz. Los alrededores también se alegran de semejante perfume, todo es vida.
Desierto
El sol quema la arena del desierto. Una extensión de arena de oro, esfumada por la luz del sol, cegadora. El calor casi no se le nota, la atención está completamente capturada por la arena. Una mano superior hizo el desierto, trama de bordado, alta costura.
Acantilado
Salgo a caminar por la costa del acantilado, me siento y miro el mar. Frente a mí, la lejana fila de las rocas abraza el horizonte. El mar está en calma y tiene reflejos de luz, ese color particular que cielo y agua tienen antes del atardecer.
Llueve y la playa está desierta
Llueve y la playa está desierta, solo hay pocas personas en la calle . Vivir cerca del mar tiene sus ventajas y tal vez sus problemas . La lluvia resbala en la ventana, te obliga a lidiar contigo mismo, mientras miras el mar, bajo la lluvia, desde la ventana.
