El cuento en cuarentena

El cuento en cuarentena | Panaderos, putas

Por Rafael Bermúdez

The world in general, gentlemen, are very bloody-minded;
and all they want in a murder is copious effusion of blood;
gaudy display is enough for them.
Thomas de Quincey

  1. Todos los días de mañana, fumando en la ventana, se aparca una mosca. Es gorda, de alas fofas, verdísima, bullosa. Da vueltas a la redonda y me vigila, esperando a cualquier error para meterse. Dicen que las moscas traen mala suerte, pero también lo es morir atropellado o coger hepatitis C. Parece un tanque de guerra. Cuando la veo ansiosa, raspándose sus patas y buscando alguna mierda donde postrarse, le escupo. Le disparo. No, no le disparo, le suelto bombas flemáticas. Ella las intuye a priori y, como todas las moscas, se arroja en cualquier dirección por mero reflejo.
  2. Ya es parte del día, de la rutina, como lavarse los dientes, como limpiarse el culo. Intento leer, pero me gustaba más cuando podía salir, ahora vamos de reclusos. Cuál fue esa gente qué invadió las librerías para tener que leer estos meses.
  3. Una vez Josephson le preguntó a Bergman si sabía por qué ellos eran misántropos, el por qué no les gustaba conocer gente nueva. Bergman respondió que no sabía. Josephson le explicó que era porque tal vez les terminaría gustando. Solo se quiere no ir a la fiesta, pero nos gusta estar invitados.
  4. Acaso crees que me importa ya poner el despertador, cualquier hora es mi hora. Supongamos que hoy desperté a eso de las 15 h después de unos sueños terribles. No se si terribles, pero si pesadillezcos. Tampoco te levantas sudando, pero te dejan jodido.
  5. Café y cigarro de desayuno. Le doy los buenos días a la mosca gorda. En la radio hablan de recoger materiales radioactivos, que el pueblo donde acontece no se quiere convertir en Chernóbil. Saludé a la vecina y me cerró su ventana. La nueva morgue es el palacio de hielo. Alguien fuma en la calle Mira el Sol. Nueva York aún no sabe a que horas ira a cuarentena. En Tirso de Molina la policía detiene siempre al mismo mendigo, siempre le amenazan con la misma multa. En los ancianatos encuentran cadáveres. Escucho una harmónica al fondo de mi calle.
  6. Pienso sobre escribir, sobre mi puto tedio. Tengo un ejercicio, escribo como si hablase conmigo mismo, lo llamo “A Dos Voces”, será una pieza teatral. Hablo de todo y de nada, como en Seinfeld. Pero sobre todo hablo nada. Es como una especie de psicólogo, mejor, es como rezar. Pero eso no es un cuento. Un cuento debe ser pensado primero pies y después cabeza. Primero fin y después inicio. Se debe contar un cuento en otro cuento… y, sobre todo, debe contener un muerto. Solo por contemplar. Toda buena historia contiene un muerto. Por eso puedo hacer una historia sobre un escritor que escribe sobre un escritor que escribe un cuento. Algo ad infinitum. A lo Charlie Kaufman. Efecto espejo. Da tantas vueltas sobre si mismo, el propio cuento, que no precisa siquiera de un final estático. Ahora la pregunta es: ¿dónde está el muerto en la historia?
  7. De vuelta al escritorio. Pensé que viviría una situación adolescente. Que vivir solo me daría un onanismo creativo tan grandioso como a todos los bravos. Pero en vez de eso estoy entendiendo a los presos y sus flexiones de pecho. Solo necesito liberar energía en cautiverio, sentir que se mueve algo en el cuerpo. Sin calle no hay imaginación. Las calles son el escenario. No son solo de paso como lo quieren los nórdicos, son un espacio de reunión, de encuentro. La circunstancia me obliga a comerme las uñas.
  8. Y para liberar energía nada peor que la masturbación, que está tan lejos del sexo como la cerveza del alcohol o el porro de las drogas. Ahora solo transmite un aire de tristeza y soledad. Ya no escapas de nadie ni hacia ti mismo, antes la procurabas, ahora siempre es domingo.
  9. Pasan los días y las películas y las series y de nuevo es otra mañana igual. Hola, señora mosca gorda, debes estar contenta con tanta caca de perro intacta en la calle. El dinero perdido en sanidad se usó para construir un domo de la rama judicial. Al mismo mendigo en Tirso de Molina se siguen deteniendo, a veces se esconde en el mercado. Los mexicanos ahora son los que quieren el muro. La intensidad de los aplausos a las 20h ha bajado. El tal domo judicial es ahora la segunda morgue de la ciudad. Nos está quedando una distopía lindísima.
  10. El cuento no puede ser solamente sobre un escritor que escribe sobre otro que escribe y así… no puedo pensar solo en el tedio. Necesito que algo le pase, no solo andar encarcelado. El tiempo en una celda es siempre igual y poco cuenta para los sucesos reales si no hay contacto.
  11. Es una ucronía, donde él sí haga algo, donde haya más gente, donde él se joda y joda a los otros. Que sea sobre un tú propio con pésimas decisiones del pasado. Pésimas como para que pueda escribir el Manual de los Jodidos, Frustrados y Oprimidos. No cualquier lloro burgués donde el dolor nace a partir de su carencia. Nada de mariconadas.
  12. Alguien toca a la puerta. Una chica de pelo negro, enmarañado, algo ojerosa y de unas gafas enormes. Que debía tener cuidado, dijo con un tono severo, tampoco me dejó ni siquiera saludarle, no debía hacer peso en mi ventana, la viga está podrida. Ya sabes, el edificio es una mierda de lo viejo, no hay dinero para la reforma.
  13. Entonces mis viajes a la ventana dejaron de ser tan regulares. Me recluía en mi estudio y su salida al sol es minúscula, con barrotes, así quisiera escapar de un incendio me sería imposible.
  14. Pasaron las mañanas y la mosca gorda siempre volvía. Brillaba por el sol y el verde se perdía en el petróleo de su carcasa. El día era de primavera y salí por un poco de vitamina D, por la fotosíntesis. Salté al techo y medio rompí una teja a la salida. Volviendo de mi baño de sol en un techo privado, saltando adentró, sentí un crac.
  15. Ya vamos por el millón de infectados. Los obreros vienen una vez al día, el cráter sigue intacto. Las noticias parecen lo mismo pero todo peor. La sorpresa decae y el desespero empieza a traspasar las paredes.
  16. En la edad media todo era el humor. Era la bilis. Era lo negro dentro de ti. Era el demonio que se te había metido. Cuando tu humor está muy negro te mueres. Estás negro porque estás enfermo y tu moral también. Tienes que corregirlo para no caer en las llamas eternas del infierno. También para no estar deambulando en el purgatorio.
  17. Pasaron horas, tal vez días, ya no sé predecir el tiempo o la lucidez. La madera podrida comenzó a ceder y los paseos de las ratas en ella hicieron desprender los hilos de madera. Podría haber dejado, fácilmente, un hueco de un metro en mi ático y un bombardeo en su techo. Se armó una gran mierda y pues será el seguro quién pagará. La vitrola estaba encendida y la vieja escuchaba Tristán e Isolda. La vieja vio el blitz, respiró profundo y encendió un cigarrillo. Nos vimos a través del cráter.
  18. “Es la muerte industrial la que nos hace de la muerte pornográfica”. “La novela negra es la tragedia griega de nuestros días, decía Ellroy”. “Agosto es un buen mes para que bajen los espíritus, decía Fonseca en la novela homónima, y a los espíritus ponles los nombres que quieras, siempre van a ser Apolo y Dionisio”. “Los medievales eran teleológicos, pero nos dejaron contemplar la muerte”. “Se llama Memento Mori, me lo han pasado de la universidad de Boston, es para que mueras placido mientas la peste arrastra al resto del pueblo, mira la imagen, los demonios debajo de tu cama, los ángeles por encima de tu cabecera…”.
  19. Me servía un vaso de whisky pensando que me iba a hacer volar la imaginación o tan solo para soltarme la lengua. Pero ahora nada hace que salga ni el ápice de una letra. Y le preguntaba a la vieja como era la consigna de un crimen perfecto. Depende a donde te vayas, si te pasas por el enigma inglés solo satisfaces el placer burgués, el de la lógica, y de ese supuesto es difícil de escapar.
  20. “Estoy cansada de oír de chavales que creen que emborracharse les hace Bukowski, o de cualquier hablando sobre escribir, solo porque es la puta vida que llevan, pero también tienen una vida los panaderos, las putas, los sepulture
    ros”.
  21. A la vieja su propio aburrimiento le causa asco y delira sobre Chandler. Una enfermera la visita cada dos días y le toma la presión. Su hija no la visita y los chequeos son para ver si finalmente va a morir. Pero la vieja es recia, su hija tendría que aguantarse un par de años más. Si la matas, te doy todo, para poder escribir sobre muertos primero tienes que matar, supongo.
  22. “Ahora, los noir, que son básicamente anarcos y actúan con el impulso, como cualquier Sam Spade, logran descifrar los crímenes si no son ellos mismos los que los cometen, pueden ser perfectos si haces creer que el lector es amigo del protagonista. La perfección del crimen se encuentra en nunca ser detectado y para no ser detectado hay que ser el detective”.
  23. Estaba yo alucinando en propuestas platónicas en un cráter ficcional. La vieja, una anciana alemana, me daba catedra de Poe un piso abajo y podía escuchar, no sé si al fondo de mi cabeza o al fondo de su sala una vitrola con Tristán e Isolda.
  24. “James Ellroy besó a Winner y le dijo: ¡esta es la nueva tragedia griega!”. “Tampoco te olvides de la Navaja de Ockham, que de ella habla Gustavo Flavio y hasta Lisa Simpson”.
  25. La plata en el armario y cada quién por su lado, un asalto cualquiera, imaginé a la enfermera diciéndomelo. En mis pesadillas la voz de la vieja se hacía más presente. Hilaba con el eco que salía de su sala a la mía. Me convencía en sueños. Me tiemblan las manos al despertar, me las quemo con el café caliente que se me derrama.
  26. Ella da vueltas por su sala y yo la reparo como estando fuera del cubo. En mi cuarta pared discuto conmigo mismo y ella no me presta atención. Yo me dirijo a una cámara o a un público para reafirmar el aprieto y ella sigue dando vueltas.
  27. Ella depende de pastillas, por supuesto. Es tan solo hacerle un coctel potente.
  28. Es todo tan, pero tan simple, ni siquiera deja espacio para el análisis, el cuento de la vieja. De matarla, la mata la enfermera y desaparece con los centavos de la anciana. ¿Y yo para qué querría incriminarme en tal plan kamikaze?
  29. La enfermera debe tener un motivo más allá. Ni siquiera robarla quiere, solo ha de cuidarla como buena enfermera. La anciana con sus piernas de goma, a sus ochenta y largos, le pedirá el coctel. No le interesa si la enfermera lo es realmente, porque nadie sabe donde ella duerme por las noches.
  30. ¿El cráter sigue ahí o debemos obviar las reparaciones? Ya no nos vemos entreplantas. Me intriga la enfermera. Que llega loca, asqueada, quemada. Está trabajando para la vieja solo para esconderse. A veces se queda las noches enteras, no está lista aún para volver a cualquier pensión central.
  31. Dicen que los niños van a poder salir a fin de mes. El alcohol en consumo constante genera depresión. Pero eso también lo puede causar una pésima relación, lo uno y lo otro. Las fosas comunes ya han dejado de ser territorio de la guerra y se han vuelto una marca de supervivencia. Las moscas son asiduas como lo es la mía en mi ventana.
  32. Así me retiro indolentemente a liarme un cigarro y esperar que decide la enfermera. Le mostraba doña Antonia Arcas, la anciana, revistas de sociedad y siempre se apuntaba. Cuando vivía en el barrio y todo era chic, los de la playa chic, las tiendas chic, ella chic. Ahora solo hay putas, ladrones, drogadictos, negros y asesinos… le aseveraba doña Antonia en una frase que creo habérsela oído a alguien más.
  33. “Le he visto las piernas a la señora arcas y tiene los pies podridos. Marcas de carne negra que desprenden de piel como… ¿ya viste a un cerdo muerto y en descomposición?”
  34. Después de hacer de enfermera se toma su tiempo de encierro y queda atenta al teléfono. Atiende. Pueden pasar horas. Aún no estoy lista, aún no nos podemos ver, quiero verte en persona, dame más tiempo, unos días más.
  35. Es la descomposición la que nos causa las nauseas y es esa transgresión la que aterroriza nuestra finitud. Vas de adentro hacía afuera, la bilis negra que te va saliendo hasta de las narices. El buen morir de la nueva peste será el Ars Moriendi contemporáneo, anda a rezarle a tu terapeuta. Me lo dijo doña Antonia a las cuatro a eme.
  36. La enfermera atiende al llamado eutanásico. Prepara un coctel de finas pepas. Acuesta a la vieja como si fueran intimas de toda la vida, como si siempre se hubiesen esperado por ambas para preparar un deseo mortal. Y después, la del pelo enmarañado se sienta a esperar. Aún no, unos días más, dame vida hasta el fin de semana. Cuelga.
  37. Me dijo, quédate con el dinero del armario, creo. Me temblaban las manos con el café. No había ningún tesoro. Solo recortes de periódico y algunos billetes viejos. Me tiré a esperar a que ella llamase como lo prometió, desde cualquier cuarto de hotel donde solo le queda estar en la ventana.
  38. Los obreros nunca vinieron. Nadie quiere ver a nadie. A veces quisiera que todos hubiesen muerto porque me siento cómodo en la pausa. Una reforma tributaria, un préstamo internacional. Tu vieja que se muere. Los pájaros en las mañanas, el viento que baja de la sierra, tu piel pálida. Las noches sin coca y los amaneceres solos cansados. Tú también cansado. A la madrugada el vecino siempre golpea la pared. No se si es sexo o rabia o ejercicio o todo.
  39. Inciertamente coincidimos por el absurdo blitz. La enfermera y yo. Cómo es qué ella habría obtenido mi teléfono. La verdad es que nunca supe si existía. La creí ver a través del cráter. Solo nos miramos como en un espejo buscándonos las manchas en los ojos. De tanto vernos, verla, verme, veámonos a ver si nos vemos como si nos conociéramos de toda la vida. Pues yo ya no sé si me conozco de toda. Pero como todos los personajes, hay que saber si se les debe amor.
  40. Sigo buscando la caja en casa. No recuerdo donde la dejé a la noche. Dónde estuviste de noche, me diría esa mujer brasileira. He estado intentando sueños, de noche y de mañana, le respondería, además.
  41. Enciendo la radio para no pensar y caer un poco en pánico con noticias que ya son solo ruido ad nauseam.
  42. Y la puta mosca seguiría ahí. Gorda, esperándome, ansiosa. Buenos días. Encendería un cigarro e intentaría hilar cualquier cosa. Intento apañarme para acercarme al escritorio. A esta altura es cuando se empieza a olvidar.
  43. La madera cede y el piso se hunde y el café me tiembla.

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