Por Kenny Alcántara Lucas
Cuando la pandemia alcanzó a exterminar a los mamíferos de la Tierra y los humanos sobrevivientes tuvieron que abandonar el planeta azul, entonces se asentaron en precarias bases espaciales conocidas como “La Central”. Ya nadie descendía a la Tierra. El horror hacia aquello que había desolado al mundo era abrumador. Sin embargo, la humanidad no podía perecer.
Se habían desarrollado muchas expediciones en busca de otro planeta, uno similar al reciente paraíso perdido; sin embargo, todas las misiones habían fracasado. Todas excepto la última, aquella que había sido liderada por un veterano capitán y una joven exploradora de hermosos ojos achinados a la que recordaban como Lia la guerrera perdida.
—Excepto la última, en la que el valeroso capitán Aguirre enfrentó a monstruos salvajes en aquel planeta lejano, el cuarto de su sistema —proclamó el general Iván Norman—. Nuestro heroico enviado cruzó el espacio y logró regresar. Hoy en día él está dispuesto a ir al rescate de aquellos que dio por muertos sin importar lo que encuentre. Por eso las Fuerzas Armadas Internacionales y el Grupo Central Exoecológico han aceptado brindarle las mejores armas y nuestros mejores drobots para exterminar a toda criatura que obstaculice el rescate. También se le dará los recursos necesarios para su supervivencia, medicina y maquinarias de análisis de terreno.
Aguirre mantuvo la postura de guerrero imperturbable, con la espalda recta, severa mirada y manos sujetas en la espalda. El resto de sus compañeros lo observaba con respeto y admiración, aquel héroe libró una gran batalla en el cuarto planeta, en el cual habían perdido a Lia y al resto de la tripulación.
Se procedió a galardonar al héroe de la Tierra y se le brindó una nave y la compañía de diversos drobots (solo drobots, pero los más inteligentes, los mejores asesinos. No quiero la compañía de humanos. No arriesgaré a nuestra gente, había dicho, si Lia está viva la traeré de vuelta y averiguaré lo que ocurrió).
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La nave aterrizó en una región boscosa conocida como los Campos de Axana, el planeta de nombre Éntomon V era impresionante. Desde el espacio se veía como un mundo de superficies preponderantemente grises, con océanos enormes y pequeñas pero pronunciadas manchas verdes. Aguirre aterrizó en una de esas manchas verdes. Estaba muy ansioso de poder volver a ver a Lia. Los drobots que lo acompañaban estaban perfectamente programados para proteger al capitán en todo momento. Algunos esperarían en la nave y otros lo escoltarían.
Los cálidos vientos del transporte humano ondearon los lacios y sedosos cabellos de Lia. Ella observó con sus ojos diminutos. Estaba contenta. Sonrió. Una sonrisa de alegría, por volver a ver a sus compañeros, una que lentamente se fue trasformando una sonrisa de ironía cuando vio que del transporte fortificado solo descendía el capitán Aguirre.
—Lia, no sabes cómo lo siento —se disculpó con una frente arrugada de fingido arrepentimiento cuando estaba muy cerca de ella—. Tú sabes cómo son los protocolos. Lo ocurrido aquella vez. Espero que me entiendas. Mi intención jamás fue…
—Cállate, imbécil. No importa lo que digas —cortó Lia con rabia—. ¿Tú crees que me tragaré media palabra de lo que has dicho? Por qué demonios te mandaron a ti. Seguro algo negro hiciste para que te enviaran hasta aquí.
—Lia —dijo calmadamente—, las conexiones se interrumpieron. Tu señal se cortó. Ya no me odies. Te he traído un presente. Observa este ramo de flores esto de parte del hombre que tú amas.
—Eres doblemente imbécil —dijo Lia sorprendida y molesta—. Enrolla el ramo y colócatelo ya sabes dónde, si los entomitas observan que vas destruyendo la vida verde no durarás mucho. Y respecto al que te envió ese regalo. No quiero nada que provenga de él. ¿Qué pensabas? ¿Que te diría un gracias? Las personas miserables no cambian. Y ya veo que entre miserables se juntan. Hacen bonita pareja, podrías convertirte en su mujer porque para hombre te falta mucho.
—Al margen de lo que te hice, ¿por qué eres tan fría, hiriente y cortante? —contestó el capitán, que apenas podía concentrarse en la conversación. Se encontraban en lo alto de una peña cilíndrica verde, verde por la vegetación que la envolvía. El planeta parecía un paraíso lejano.
—¿Así me hizo la sociedad?, ¿la vida?, ¿ustedes? No lo sé, pero mi amabilidad está reservada para las personas que valen la pena —aseguró ella mientras acomodaba sus cabellos negros que se sacudían con fuerza por los vientos del lugar. Se veía en buen estado completamente sana y resguardada por dos criaturas enormes de aspecto de mantis religiosa.
—¿No lo fuiste con él? —preguntó Aguirre mientras estudiaba rápidamente, con la mirada, el lugar. Ahí no podría matarla. Desde los cielos lo observaban otras criaturas con seis patas, unas que con las alas desplegadas lo apuntaban con algo similar a los rifles humanos. Él necesitaba callarla para siempre o comunicaría la verdadera historia sobre lo ocurrido en la anterior expedición.
—A él lo amé, pero sería una idiota si vuelvo a perdonarle. ¿Crees que mis lágrimas no tienen un precio? Así como el amor llega se marcha. Y en tu caso: mi aborrecimiento por ti no tendrá fin. Si estás aquí es para que seas de ayuda y no para hablar de amores. Si veo que pretendes algo turbio, no dudes en que terminaré poniéndote una bala en donde te prive de tener hijos.
Aguirre sonrió dirigiendo una mirada a los dos enormes drobots que lo acompañaban y que blandían metralletas de gran tamaño que apuntaban a Lia en todo momento.
—Y quita esa sonrisa socarrona que constantemente tienes en la cara.
—Tú utilizas el método de la frialdad para seguir adelante, en cambio yo soy más empático, sonrío y me importa un carajo todo. Bueno, aunque por el bien común a veces considero unir fuerzas con el enemigo. Quiero conocer a los entomitas.
***
Frente a ellos se alzaba una especie de celestial ciudad verde. Enormes puentes verdes y frondosos, edificios llenos de enredaderas, túneles de plantas rojizas. Toda la arquitectura entomita estaba envuelta de vegetación. El aire era rico en oxígeno y parecía tener otros gases que daban la sensación de respirar vida. Los caminos, los diseños, eran hermosos, una mezcla de tecnología alienígena, piedra, tierra y plantas. Algo que conmovió al propio capitán.
Lia lo llevó al interior de una torre gigante de al menos trescientos metros de alto y otro tanto de diámetro, recubierta de mármol, cristales, plantas florales amarillas y rosáceas. Adentro unos seres con forma de insecto labraban la tierra con sus patas evolucionadas para remover rocas y sembrar distintos tipos de semillas. La mayoría de “insectos” detuvieron su trabajo para observar con sorpresa a Aguirre, el primer espécimen masculino de la raza de Lia que veían. El capitán caminó con paso marcial secundado por sus dos drobots asesinos. Se dirigían a donde se encontraba Camila, la única otra humana en el lugar, aquella que iba a entablar conversación con La Central.
Los movimientos mandibulares y salivares de los entomitas sonaban de forma jabonosa. Lia avanzaba en silencio. Aguirre no se atrevía a preguntar nada. Tras sus drobots caminaban al menos una docena de insectoides enormes armados, los guardias de Lia.
—En tu trasmisión denominaste a este planeta como Éntomon V el Destructor —rompió el silencio el capitán—. ¿A qué se debe el nombre? No parece ser un centro de destrucción. Los cabezas con antenas no son hostiles por lo que veo. Al menos no tanto como tú. ¿Cómo rayos saliste del planeta en donde estabas?
—Eres un sinvergüenza al preguntar, aunque no me sorprende. Para ser directa ellos nos rescataron cuando tú nos abandonaste. Después que te largaste me topé con uno de ellos. Uno bebé. Yo y Camila lo salvamos. Camila enfermó, pero ellos con su biotecnología la curaron y a mí me inmunizaron. Estaban realizando una limpieza planetaria. Limpieza que también aplicaron en nuestro planeta. Nos consideraron una raza nociva y por eso hicieron lo que les pareció adecuado, nos destruyeron a través de aquella pandemia. ¿Has visto como luce la tierra ahora?
—Más verde que nunca —contestó con su peculiar sonrisa sarcástica.
—Y lo estará más, siempre que gente despreciable como tú no exista. Durante tus días en la Tierra eras parte de aquellos que contaminaban, con sus industrias, diversas partes de tu país. Fuiste un corrupto, acusado de tres violaciones, las cuales te libraste de la cárcel por el dinero que amasaste, dinero por el cual sigues vivo.
—Cada quien se gana los frijoles a su manera. ¿Vas a darme clases de moralidad mi estimada exparrandera? ¿Así es como conociste a tu angelito verdad?
—Y tú lo conociste de esa misma forma. No soy lo que eres. No soy lo que es él. Yo no condecoro a miserables proclamando mentiras. Después de que cortaste la trasmisión y partiste rumbo hacia aquí recibimos un mensaje acerca de tu galardón adquirido. Las mentiras tienen patas cortas y tarde o temprano cojean. Bueno, hemos llegado.
Cuando Aguirre alzó la vista observó con asombro a la otra mujer que había abandonado.
Edmund Aguirre no podía creer lo que veía. Camila Páez lucía un cuerpo modificado. Su rostro tenía cicatrices y partes cubiertas por lo que parecían ser escamas. Uno de los brazos había perdido y en vez de él lucía dos extremidades insectoides. Pero aquello no era lo que le sorprendía sino aquella enorme arma con el cual le apuntaba y cuya luz de objetivo resplandecía en su pecho. Se giró para escudarse en sus drobots pero estos estaban quietos, apagados, desconfigurados, inútiles.
—El objetivo de la trasmisión era para que los hombres de La Central entiendan el modo de vivir de esta especie y el modo en que nosotros también tendremos que vivir si no queremos perecer. Esta maravillosa tecnología que procura la supervivencia en armonía con la vida vegetal solo será posible si no contamos con lacras de tu calaña. En tu estancia en la Tierra hiciste muchas cosas ilícitas y nos abandonaste en la anterior expedición cuando necesitábamos tu ayuda. Los hombres que sobrevivieron te consideran un héroe. Hoy vas a morir como un falso héroe —sentenció Camila y atravesó el pecho del capitán con un dardo metálico.
Lia sonrió.
—Vamos a destruir a lo que queda de la humanidad para generar una nueva —dijo Lia a los entomitas que lo acompañaban—. Partamos a La Central, vamos a llevar esta ecotecnología para que la nueva humanidad, una de corazón reflexivo, una mejor y ustedes mis hermanos entomitas vivamos en armonía en nuestra galaxia, con la naturaleza.
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