Por Joanna Pereyra
1
Azhaquel
Soy Azhaquel, ángel cuidador de la tierra junto a mi hermano Uziel. Nuestro deber desde el entrenamiento es salvaguardar el destino que finalmente cumplirá cada alma. Me enamoré de una joven que en sus ojos reflejaba el infinito. Durante cada una de sus vidas la observé desde la escalera del cielo.
Velé sus sueños, me acercaba a darle un beso cada noche y en cada beso mi amor crecía. Desearía ser humano para vivir nuestra historia de amor pero mi deber me lo impide. Mi alma siempre le pertenecerá, cada día que abra sus ojos. Su alma es vieja pero tiene aún caminos por transitar, aprender de otros amores humanos. Mi corazón ruega por estar a su lado, descuido almas atendiendo la suya. Le conté a Uziel de mi amor y dice que estoy loco por infringir el mandato divino.
2
La amada del ángel
Ella, Elizabeth, de veintidós años, se levantó un día soleado de abril. Al mirarse al espejo no reconoció el reflejo. —¿Quién eres tú —preguntó. El demonio Bloom en el espejo le sonrió y la rosa que sostenía se quedó negra, lo que asombró a Elizabeth, y aún más cuando se deshizo en cenizas. Los ojos rojos de Bloom eran estremecedores. Elizabeth sintió un abrazo fuerte y una rosa blanca apareció en el aparador. Elizabeth era una chica especial, en los ojos del demonio encontró amor sincero. Mientras, Azhaquel miraba la escena con pavor. Cada noche que él velaba por ella también lo hacía el demonio.
3
El amor verdadero
El demonio Bloom, una noche, tomó un cabello de Elizabeth para realizar un hechizo que la enamorara de él. En la mañana, al verlo sus ojos se iluminaron y él la llevó consigo al infierno. Hicieron el amor apasionadamente, con besos ardientes y caricias delicadas. Eran amantes apasionados y el ángel los miraba desde el cielo con recelo. Uziel, al verlo, se conmovió y le dijo que lo acompañaría al infierno a traerla.
Bajaron al infierno, habían cientos de almas penando, derritiéndose. Mientras, Elizabeth se desmayó por el calor del infierno, pues ella era de naturaleza humana. Al llegar a la cama donde yacía Elizabeth, el ángel la acarició y despertó. Al verlo sus ojos mostraban el infinito y lo reconoció como la parte del alma que siempre sentía que le faltaba. El ángel la llevó al cielo y el amor verdadero triunfó.
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