El cuento en cuarentena

El cuento en cuarentena | La sorpresa de Navidad para Hiro

Por María Elba González Hernández

Llegó el tan esperado día de Navidad. La emoción, el cariño, la alegría y las sonrisas están a la orden del día. Nuestra historia comienza justo después de terminar la cena familiar, Mari invita a a Hiro a una pequeña sorpresa.

Hiro: (Con una tierna sonrisa en su rostro y ruborizado) ¡Mi pequeña dama, las palabras de tu corazón ahora resuenan con más intensidad en todos y en mí! Me siento honrado y conmovido por la invitación.

Mari: ¡Papá y Mamá me han dado permiso de dar un pequeño  paseo contigo, Hiro!

Hiro: Mi pequeña dama, te prometo que te protegeré.

Mari: (Extiende su mano hacia Hiro y esboza una sonrisa de mucha alegría). ¡Oh! Hiro, mi dulce príncipe, me siento tan feliz de que tomemos un paseo el día de hoy.

Hiro: (Toma su mano y también esboza una linda y alegre sonrisa), (se ruboriza). Tus tiernas palabras, adoro escuchar el que me digas dulce príncipe. Y me esforzaré por que así sea, mi pequeña dama Mari.

Mari y Hiro se toman tiernamente de la mano y comienzan a caminar por la calle empedrada donde se observan casas a los lados, grandes, pequeñas. Se siente el calor de las familias. Toman el autobús y llegan al centro de la ciudad. Mari toma de la mano a Hiro, caminan por la banqueta y llegan a lo que parece un café, pero la sorpresa es que al entrar Hiro se da cuenta de que también es una biblioteca.

Hiro: Mi pequeña dama, qué hermosa sorpresa. Me encantan los libros y el orden de este lugar.

Hiro: ¿Mi pequeña dama Mari? 

Hiro se asusta porque pierde de vista a Mari. Decide buscar por cada pasillo de la biblioteca. Se detiene frente a uno de los estantes. Antes de llegar al último pasillo nota que un libro está casi a punto de caerse, se acerca para impedir que se caiga y se da cuenta de que alguien sostiene el libro del otro lado.

Mari: (Aparta el libro y, por el hueco que queda, mira tierna y fijamente a Hiro). Perdona, mi dulce príncipe. Siempre imaginé un momento así contigo. La biblioteca es uno de mis lugares favoritos, en los que disfruto mucho estar. ¿Me disculpas por asustarte?

Hiro: (Se apresura a ir al siguiente pasillo y cuando está frente a Mari toma con mucha calidez sus manos entre las suyas). Mi pequeña dama, realmente me asustaste, pero también me sorprendiste con tu tierna mirada llena de luz. Me parece que me habla con las palabras del corazón.

Mari: (Abraza a Hiro). Mi dulce príncipe, siempre quiero que sean las palabras del corazón con las que yo hable a todos los que están a mi alrededor y a ti, ahora gracias a ti lo son. 

Hiro: Mi bella dama.

Mari: (Toma de la mano a Hiro) Ven conmigo, mi dulce príncipe. Quiero leer un cuento para ti. ¿Te gustaría? Siempre estás ayudándome en todo y siendo muy amable y cortés conmigo, y aunque trato de corresponder lo mejor que puedo, sé que en algunas ocasiones no es así. Por eso hoy quiero leer para ti porque sé que te gustaría mucho.

Hiro: (Una pequeña lágrima sale de sus ojos) Mi pequeña dama, nunca habían hecho algo así por mí. Me siento tan feliz de estar contigo y claro que me encanta la idea de escuchar tu hermosa voz.

Mari conduce a Hiro hacía un lugar de la biblioteca donde hay una silla y unos pufs para sentarse. Toma de la mano a Hiro y en su otra mano lleva un cuento. 

Mari: Mi dulce príncipe, siéntate en el puf y yo en la silla para que estés cómodo mientras leo el cuento para ti.

Hiro: (Sonríe y se sienta en el puf) Gracias, mi bella dama.

Mari comienza a leer el cuento. Hiro escucha y observa con atención, con una linda sonrisa y sonrojado.

Ambos disfrutan de tan bello momento de lectura. De vez en cuando, Mari, ruborizada, tímidamente voltea a ver a Hiro quien, con la más tierna sonrisa que se pueda imaginar, la mira con profundo cariño y con una sonrisa.

Mari: Así termina este cuento, mi dulce príncipe. ¿Qué te pareció?

Hiro: Fue precioso, mi bella dama. En tu dulce voz, en cada palabra podía notar tu cariño y, aunque era un cuento, cada una de tus palabras tenía la inspiración del corazón.

Mari: (Con una tierna sonrisa en su rostro) Me alegra tanto que te sientas tan feliz como yo a tu lado, mi dulce príncipe.

Mari toma de la mano a Hiro, dejan el libro en su lugar y salen de la biblioteca. Hiro se nota algo nervioso, Mari toma su mano y lo mira con ternura.

Mari: (Se acerca a Hiro y pone su cabeza sobre su hombro) Aún continua la sorpresa, mi dulce príncipe. ¿Ahora te gustaría que camináramos tomados de la mano?. El paisaje es muy bonito, hay casas con adornos navideños, la noche ha caído, estamos en el centro de la ciudad, es una calle amplia, las casas y una iglesia adornan también el paisaje.  

Hiro: Es un honor para mí, bella dama Mari.

Caminan tomados de la mano por la calle algo oscura, pero al avanzar Mari se da cuenta de que aparecen a los costados bellas lámparas con una luz cálida que alumbra su caminar. Se da cuenta que es obra de Hiro. Avanzan por la calle cada vez más, con un sentimiento de alegría indescriptible. Llegan al que parece el final de la calle, donde está un gran árbol de navidad y un nacimiento.

Solo se pueden observar dos siluetas al fondo de la calle: Mari y Hiro. Las luces navideñas terminan de adornar un paisaje perfecto.

Hiro: Mi bella dama, me siento tan feliz. Gracias, ha sido una velada maravillosa…

Mari, antes de que Hiro termine de hablar, toma sus manos, voltea hacia él y se acerca para finalmente darle un tierno beso en la boca. Hiro abraza con fuerza pero con gran delicadeza a Mari, mientras sus labios permanecen en aquella profunda y perfecta sintonía, en aquel hermoso paisaje. 

Deja un comentario