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Otros | Recuerdos desérticos de un niño

Por Francisco Javier Arce Peralta

Estar entre las paredes de mi casa, sentado en el sillón de la sala mientras espero volver a las actividades cotidianas, me hace recordar aquella tarde. Caminaba por el pasillo entre paredes blancas contemplando una lavadora vieja, beige, junto a unos balones de fútbol; estos vigilaban el sonido de las hojas secas que a su vez, al compás del viento, se movían como remolino en el patio trasero de aquella casa antigua. Ahora está abandonada con los recuerdos de mi infancia, donde solo quedaron momentos de mi niñez junto a mis padres. Viene a mi memoria aquel tendedero carcomido por la lluvia y el sol en el cual ponía mi madre la ropa cada fin de semana, cuando lavaba.

Esos son los fugaces recuerdos escondidos que tengo de mis primeros años en ese pueblo inhóspito en medio del desierto; el clima extremo hacía pasar de ropa invernal por la mañana a shorts y playeras por el incesante calor a mediodía.

Cómo olvidar la bicicleta azul con pedales cromados, llantas negras y manubrios plateados en la cual paseaba por toda la cuadra, a veces con una mano, haciendo piruetas. Era feliz con mis amigos del barrio en el cual pasé instantes de convivencia, amistad y fraternidad que hasta el día de hoy conservo con mucho agrado por la empatía recibida. Hoy siguen siendo mis amigos a pesar de la distancia.

—¡Cuidado con los carros! —nos decían cuando jugábamos fútbol o béisbol en la calle.

Todos se reunían en esa avenida ancha y polvosa donde pocos vehículos transitaban para interrumpir nuestro encuentro deportivo; a lo lejos escuchaba los motores de tráileres, autos y camionetas: pasaban a dos cuadras de distancia por la carretera transpeninsular que comunicaba el incipiente municipio de Loreto con el municipio de La Paz. Aquella glorieta pavimentada con el monumento a los insurgentes conectaba el norte con el sur y el este con el oeste de nuestro querido estado, por el cual transportaban algodón, trigo, maíz, naranjas, productos pesqueros para comercializar a los pueblos y ciudades de toda nuestra gran península.

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