El cuento en cuarentena

El cuento en cuarentena | Relatos de un alcohólico

Por Elias Castillo

Era un jueves por la noche y en aquel bar solo se miraba gente con serios problemas de alcoholismo, algunos ligando, otros platicando. Pegada a la barra y ahogada en su propia pena se podía apreciar la silueta de un caballero, su rostro reflejaba unos treinta años y serios problemas emocionales, para nadie era extraño verle por ahí bebiendo hasta perder el conocimiento, parecía que el sujeto venia incluido con el bar.

—No deberías tomar tanto —dijo el barman.

—No digas tonterías y simplemente pásame la botella —exclamó el sujeto un poco molesto.

—Después de tantas noches bebiendo aquí, prácticamente soy tu única compañía, merezco saber de ti, así volverás el trabajo un poco mas interesante —dijo el encargado mientras servía una cerveza.

—Supongo que te lo daré en lugar de propina —dijo el sujeto con una mirada caída. Acto seguido, bebió de su cerveza y comenzó a contarle su vida al barman.

—Mi nombre es Elias, soy un escritor. Básicamente, mi día a día gira entorno a estar triste, escribir lo que pienso y beber para escribir más cosas. No me gusta nada en especial, mi única meta es no morir de una congestión alcohólica mientras escribo; es curioso, el alcohol me ayuda a escribir y también es el que me quita la mayor parte de mis ingresos para poder escribir otra vez.

—¿Tomas todos los días?

—No, esta semana solo tomé hoy jueves y ayer, y tomé un poco el pasado lunes… demonios, soy alcohólico —contestó Elias.

—¿Por qué tomas tanto?, ¿por qué tan seguido?, ¿para ti nunca es suficiente? —preguntó el barman.

—Muchas veces, estando ebrio puedes apreciar mejor la vida, en ese estado no hay preocupaciones, solo hay ideas que flotan; además, mi madre siempre me decía que si algo me hacia feliz lo conservaras —dijo.

—¿Por qué siempre tienes cara de que te quieres morir?

—A veces un pensamiento suicida es la mejor forma de apreciar la belleza de la vida.

—¿Te quieres morir? —El barman lucía descolocado.

—Realmente no lo sé, hay días que lo considero y hay días que solo quiero beber —dijo el hombre mirando su cerveza.

Entre plática y plática Elias comenzó a forjar cierta confianza en el barman, tal vez era por la ebriedad, pero comenzaron a hablar más allá de su alcoholismo.

—¿Qué te orillo a terminar así? —inquirió el barman.

—Lo más dañino que hay en este mundo, el amor, lo único capaz de tumbar a cualquier hombre sobre la faz de la tierra —contestó Elias cabizbajo.

—¿Entonces, tu vida se volvió triste por una mujer? —dijo el barman tirando una risa.

—Es más que eso, ella y yo éramos dos almas felices, dos almas matices, lo que hace el amor, era un romance de Disney, solo que con un príncipe alcohólico. Yo era un tipo depresivo, pero estando con ella conocí lo que realmente era la calma y desde que ella se fue ya no hay novedad —dijo el escritor mientras su semblante se miraba cada vez más triste.

—Si lo describes tan bello, ¿por qué termino? —El barman ignoraba sus labores por escuchar la historia de Elias.

—Yo siempre fui un tipo frío, mi padre no estuvo presente toda mi vida, mi madre trabajaba, prácticamente me crié solo y esto me hizo una persona que difícilmente expresa sus sentimientos. Me cuesta dar un abrazo o decir te quiero a quien en verdad quiero; ella era lo contrario, alegre, llena de vida, y era inevitable que se diera cuenta que yo no era para ella, la vida es dura.

—No pareces alguien pobre, gastas mucho en alcohol, te vistes bien, y he visto como mujeres se te acercan y tú solo las rechazas. Demonios, ¿por qué no simplemente sales y buscas otra mujer?

—¿Crees que no lo intenté?, estuve de mujer en mujer, cada día era una diferente sin importan que ellas me quisieran o no pero, al final de día, mi casa estaba llena de mujeres e igual me seguía sintiendo solo. Tenía esa sensación de estar físicamente acompañado pero sentimentalmente solo, fue lo que más me perjudicó. Poco a poco se va muriendo mi alma, vivía entre amigos y fiesta y ahora solo quiero estar conmigo mismo y mi cerveza, el alcohol es lo único sincero en mi vida, él me hace daño, pero al menos no lo niega ni miente para que me quede con él.

»Ella era hermosa, era flaca, siempre usaba una camisa negra, cabello castaño, ojos cafés, chaparra, tenía todo».

El barman observó a una muchacha con las mismas características que Elias dijo y le pidió que volteara. Para su sorpresa era ella, la muchacha que tanto quería. El escritor volteó a ver al barman y solo dijo “chale” mientras bebía de su cerveza, acto seguido tomó valor y fue a hablar con ella. Después de meses, por fin la tendrá frente a frente

—Necesitamos hablar, Anai —dijo Elias.

—¿Qué pasa? —respondió Anai

—Sin ti no soy nadie, sé que ha pasado tiempo, pero cada noche mis ojos lloran por ti, necesito esa calma que me dabas para estar bien. Desde que no estás mis escritos son solo cosas tristes, son buenos, pero solo es basura comparado a lo que realmente siento, algo que no puedo expresar con simples palabras —dijo Elias.

 —Elias, realmente te extraño, pero solo eres un alcohólico depresivo, no sabes lo que realmente es el amor —dijo Anai

—¿Qué no se que es el amor?, ¿realmente crees eso?, sé que soy duro, no sé expresarme ni todo eso que deseas, pero amor no es besarte y decirte te amo, no es abrazarte todo el rato y caminar juntos de la mano, no es que no te quiera, te quiero a mi manera; que más da si soy alcohólico o no, tú me dejaste caer, pero el alcohol me levantó, si no estoy bebiendo, estoy pensando en ti, y ahora hasta ebrio lo único que pasa por mi cabeza es cada uno de los momentos juntos —respondió Elias molesto

—Elias, siempre me ha encantado como hablas, pero no quiero que escuchar lo que dices en tus escritos o lo que le dices a otras para llevártelas —respondió Anai.

—No es nada de eso, no puedo usar las mismas palabras con dos personas diferentes, ya que no siento lo mismo por las dos, no te niego que he usado mi forma de hablar con otras, pero, la verdad es que con ninguna se sentía igual como contigo —respondió Elias

—Elias, hay que volver, realmente nunca quise dejarte, solo no sabía bien lo que quería, ahora sé que lo que quiero es volver contigo —exclamó Anai.

—Ja, gracias —respondió Elias y se levantó sin decir otra palabra, dejó a Anai sin saber qué estaba pasando y volvió con el barman.

—¿Todo bien? —preguntó el barman

—Todo correcto —respondió Elías mientras volvía a beber.

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