Por Estrella Gracia González
Retumbaban los huehuetl1 excitando los cuerpos danzantes que lucían empapados en sudor en el rojizo atardecer. Las coyoleras2 y los ayacaxtli3 se oían entre los brincos al mismo tiempo que los penachos emplumados oscilaban al son del teponaztli4. Entre el furor, el sonido del atecocolli5 surgió haciendo el llamado a lo sagrado y el permiso… ¡Fue otorgado!
Las hogueras se encendieron esparciendo el humo de copal por la explanada atiborrada de fieles devotos, ansiosos por ver a su diosa.
Al pie de la pirámide dos hermosos jaguares esperaban el descender de su ama, mientras que, al centro de la explanada en la mesa de sacrificios, yacía atado de pies y manos el malhechor que tiempo atrás había lanzado su pluma hacia la diosa, difamando su honor. En lo alto, respaldada por la luna, apareció Coatlicue, aumentando el fervor de los danzantes. Orgullosa la madre de los dioses, exhibía sus pechos desnudos; el cascabeleo de la serpenteante falda advertía el peligro con su lento descender, acrecentando la agonía del hombre desafortunado.
Cuando bajó el último escalón la multitud guardó silencio absoluto hincándose ante su diosa, los felinos se levantaron acompañando a su majestad hasta donde el hombre yacía con el torso expuesto, esperando ser tocado por la deidad. En un último intento el hombre pidió compasión para sí, pero bastó una mirada fría y sin misericordia para dejarle en claro que ya no tenía esperanza.
—¡Perdóname Coatlicue, no era mi intención!
—¡No existe perdón para el hombre que quiera opacar mi pensamiento, burlar mi falda o dañar mi pecho! —dijo Coatlicue, quien tomó su daga de obsidiana y de un tajo abrió el pecho del hombre arrancándole el corazón para colgarlo en su collar como un adorno más.
1 Instrumento de percusión.
2 Sonajas de pies, tobilleras.
3 Instrumento de percusión.
4 Instrumento de percusión, hecho completamente de madera.
5 Concha de caracol.
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