Por Alejo Tomás Ambrini
Todo el día. Mal dicho, todo el día no, pero sí casi todo. El espejo no me mira como antes ni yo a él, es como si no nos conociéramos. Y yo con el espejo, no solo ese, nos miramos muchas veces. No puedo dar un número exacto pero sin exagerar… pienso, pienso: ¡qué vieja estoy!
No estoy segura, es la primera vez que me sucede; en sí, ahora que pienso bien, la segunda. La primera fue hace muchos años atrás en el Nacional Buenos Aires. Pero no hay comparación posible, aquella vez me olvidé el guión. Se me fue la voz y sonreí. Y la mayoría del público se rió y eso que son exigentes. A ese lugar no llega cualquiera pero a este sí. Quizás ese es mi mayor miedo, que me vean haciendo el ridículo.
No sé qué puedo llegar a conversar, ni sé qué preguntas me harán. Te juro, no sé qué hago acá. Y viste, se ríen de todo, yo no sé cómo se ríen tanto. Para mí que tienen gente para que se siente y se ría de cualquier pavada. Y si se ríen de mí…
¿Y ahora decime vos? Todo por plata, todo por plata. Qué locura. Nunca, pero nunca, creí llegar a hacer algo así, pero no me queda otra, ya no me llaman de ningún lado, yo no sé si es porque estoy vieja o los chicos de ahora tienen mejores cualidades o son más simpáticos pero antes tenías que saber bailar, tener presencia, saber cantar, ser respetuosa y ahora lo único que sé, porque me lo cuenta Inesita la del 6 “D”, es que ahora llaman a cualquiera que use bien la computadora. ¡Ay, qué vieja estoy! ¿A vos te parece? Si viviera Alfredo no me lo perdonaría, no me dirigiría más la palabra. Que bravo Alfredo. Tengo miedo de que me vea Rodolfo, porque es verdad: hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos. Ruego que no me vea. Me olvidé de contarte, parece que Rodolfo está ido, eso comentan. Qué pinta y qué pícaro que era. Un caballero. Pobre, pobre, pobre. Esta semana voy a ir a la iglesia a rezar por él. Dios quiera que no se entere.
¿Vos me vas a mirar, no? Te voy a mandar un saludo. Bueno, bueno te mando un beso que ahí viene el chico que va conmigo y que me lleva con la silla de rueda. Mua.
Por un largo pasillo de un color azul intenso que hace juego con la pared angosta, las luces toman calor y encandilan, se siente un silencio y de repente: Señoras y señores vamos a presentarles a ellos, fuerte el aplauso para presentar a su bailarín Francisco Copetti y a la señora, la queridísima actriz…