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Cuento | Nosotros

Por Alejo Tomás Ambrini

Lo digo hoy con conocimiento de causa — La habitación está inhabitable—, no es que conozca muchas, más es así, frágil, inocente, escandalosa, el piso siempre está mojado, sucio y con manchas de humedad, la pérdida de los caños es como una infección urinaria mal tratada. Es como si tuviera vida, como si se despertara y quisiera estar de ese modo, de esa forma, solo para molestar; como si supiera que nosotros lo pisamos a toda hora, todos los días, el piso no se equivoca es así. 

Contra el respaldo de la cama hay algunas frases, corazones deformados e iniciales escritas con Liquid paper. Del lado de afuera, el pasto está largo y una diminuta alberca montable, que tolera todos los climas, yace impávida con verdín en el fondo. Hay una ventana gruesa de marco de madera con los vidrios avejentados, roñosos y unas luces de navidad que intentan decorar pero no funcionan.

Sobre el pasto también hay dos bicicletas de color violeta que parecen esqueletos desenterrados, están cubiertas de tierra, a la espera de un velatorio digno. Los manubrios están oxidados en su totalidad, a las horquillas solo les falta que les crezca el pasto, las cadenas empotradas ya no están engrasadas sino llenas de polvo y óxido. Una oruga aguarda alguna señal del sol en uno de los pedales y unas arañas silenciosas esperan la noche para poder comer. 

Por lo general, cada vez que llueve mucho entran gotas por el vértice izquierdo del techo, en forma vertical, que se derrama por la pared descascaradamente como lágrimas de ojos delineados por el moho. Pero hasta el último tiempo lo noto como algo casi necesario o como alguna manera de mofarse de nosotros. Veo el techo caerse y poco a poco me ahogo.

En el piso hay libros amontonados, unos sobre los otros, casi a la misma altura de un espejo rajado puesto a media altura sobre una pared. Siguen ahí, mudos, más cubiertos de mugre como nosotros. Hace bastante que quiero guardarlos en una caja porque Frida, la gata, se la pasa arañándolos. Si no está maullando, comiendo o durmiendo ese es su pasatiempos favorito, arañar libros. Unos meses atrás nos parecía gracioso, ya no. Ahora siento que lo hace a propósito como si supiera que me fastidia, pero ella lo disfruta, goza y me mira desafiante. Hablando de placer, ¿dónde quedó el mío? Tengo la mala sensación de que me lo robaste, que ya no me pertenece, que nadie podrá satisfacerme como lo hiciste vos, que mi rendición está en otra parte. ¿Yo te hago acabar? Con la lengua desbordada, los ojos en éxtasis, la locura en las venas. Tu cuerpo entre las sábanas. Ni siquiera preguntaba. Este último tiempo ni hacemos el esfuerzo por tener sexo. Ni eso nos ayuda a estar bien. Estas ultimas veces parece que estamos en una obra de teatro, con el guión entre las manos, expresiones obvias y besos actuados. Tu lengua  ya no sabe a lo mismo, se están pudriendo mis labios, al igual que los tuyos.

Los primeros gritos llegaron después del primer año, nos miramos como diciéndonos — ¿Qué estamos haciendo?— Esa fue la primera noche en la que te ví encogida, abrazándote a ti misma en un llanto agonizante, lo dejamos pasar. A las semanas lo mismo “¿Acaso no soy lo que esperabas? ¿Qué hago mal? ¿Qué hicimos mal?” Puteadas, golpes a la pared, golpes a la cara, mordidas de uñas, gritos y los dos llorando sobre la misma cama. Todo se está volviendo insoportable, nos volvimos insoportables. 

La habitación se transformó en un infierno, los silencios se volvieron incómodos, los besos molestos y los abrazos turbios. Un almanaque de Clarin sigue pegado en la puerta de la habitación. Con una microfibra de color rosa hay cosas escritas por vos, fechas marcadas y varias firmas tuyas, cómo te gusta escribir. No sé si es ansiedad o si tenés ganas de que te recuerde por todos lados, lo dudo. 

También hay fotos en las que estás sonriendo, otras en las que pones caras. En una aparece Frida sin ganas de arañar cajas y hay una en la que los dos nos vemos tan bien. El amor es una adicción que te mantiene despierto, en un estado en el que solo te importa una persona, con un mundo que sucede, transcurre y se desarrolla en base a ella. En la foto estamos sonriendo, vos mostrás los dientes, yo no. Tenés el pelo más largo, más oscuro, se te notan los dientes de tanta sonrisa. Estamos vestidos con camisas los dos, vos con una a rayas y yo con una celeste, tan relajados. Estamos mojados. De fondo se ven Las cataratas. Fue el primer viaje que hicimos juntos y el último que sonreímos así.

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