Por Francisco Javier Valenzuela Saravia
a lo Hemingway
de un escopetazo en la frente daré fin a mi (no) vida
esto de cortarme las venas –a la romana– en medio del bosque
toma demasiadas horas demasiado tiempo
disculpen por toda la sangre chicos
con esto inauguro las malaventuras que darán nombre al black metal
disculpen que me vuele los sesos (igual de) descerebrados amigos míos
pero mi fatalidad comenzó mucho antes de Mayhem
aquel décimo invierno en que un accidente de patines
me transportó al Helheim allí donde aguardan las raíces de Yggdrasil
y los témpanos de Hela: atmósfera que acabó con el pequeño Per Yngve Ohlin
Dead me rebautizaron los espectros del rock los mismos que de grande entre pesadillas
–síndrome de apnea-hipopnea le llamaron los doctores–
dictaron teñirme de blanco y negro y representar un putrefacto cadáver
los mismos que mandaron enterrar mi ropa por semanas antes de cada show
con el fin de celebrar el hedor de la muerte
misma fetidez que expelía mi vasta colección
de ardillas pájaros y gatos podridos
víctimas de mi calmo latir
mi leyenda quedará por siempre atada a las iglesias ardientes de los noventa
piromaniacos sacrilegios efectuados en pleno auge del paganismo escandinavo
por siempre seré la cara (destrozada) de aquel satánico imaginario
pero ni la fama consuela ya nada es divertido
no aguanto la curiosidad
uno debe morir para encontrar la paz interna