Antropomórficas

Otros | Nepantla

Por Natalia Fonseca.
Texto extraído del blog Casa Doce con permiso de la autora.

Hoy la vida se alza con impulso. Llevo en mí el pulso intimidante de más de un millón de vitalidades aferradas, que claman y reclaman su supervivencia con dominio y supremacía. No nos superan en cantidad, pero sí en ímpetu. Nos mantenemos en resistencia casi por inercia. Nuestra coacción es cada día más cohesiva, mientras su avance se va tornando violento. Con seguridad y aguardando mejores condiciones, responden intempestivamente, sin falta y cada día, a nuestra sólida defensa. 

La asertividad es inútil en nuestros intentos de tregua. No ceden, ceden al dominio interno de sus menesteres esenciales. Casi nunca sacian su sed de colonización y de conquista. Desean ser los dueños de nuestros medios de producción y recursos primordiales, para hacerse con un patrimonio que heredar a sus millonésimos descendientes. 

Mis agentes emprenden —inútilmente— campañas masivas de promoción del suicidio, repartiendo panfletos entre sus viviendas. Es inútil, sí, pues jamás había visto en un ser tanta devoción por lo natural, ni tanta terquedad por seguir respirando. 

Mientras continúan nutriéndose, a costa de nosotros, me elevo para contemplarme cual fruto, cadáver inerte y estético. Y allí, en medio del Aquí y el Allá, se encuentra mi alma, tambaleándose entre la mitad abastecida de vida y la fracción heleada y desprovista.  

Admito que esta es ya una batalla perdida. Realizo mi ceremonia de rendición, ondeando banderas blancas imaginarias, y me marcho con dos certezas: que no existe vida sin muerte y que de lo muerto siempre emerge, con arrojo e impaciencia, lo vivo.

[Natalia Fonseca es productora audiovisual, editora, fotógrafa y guionista independiente. Puedes encontrarla en Instagram como natalia.audiovisual y en Facebook como Natalia P. Fonseca.]

Deja un comentario