Por Uriel Gascón Briceño
Un científico y su vecino Moy vivían en el cielo, ellos tenían tecnologías súper desarrolladas. Un día el científico estaba en la casa de su vecino, mientras sus ayudantes robóticos permanecían en el laboratorio. Entonces Walov, el mago malvado, se robó los ejes sagrados que controlaban a los robots y los cambio por ejes malignos. Al escuchar sonidos extraños el científico y Moy fueron a averiguar qué sucedía en el laboratorio, pero los robots ya no los dejaron acercarse.
—¡Esto solo puede ser obra de Walov! —dijo el científico.
—¡Vamos por él! ¿Pero a dónde se fue? —agregó Moy.
—Necesitaremos el radar, pero está en el laboratorio —mencionó el científico.
—¿Cómo llegaremos? —preguntó Moy.
—Tendremos que entrar por la ventana —respondió el científico.
Entonces cuidadosamente lograron entrar al laboratorio por la ventana y obtener el radar. Al activarlo, descubrieron que Walov se encontraba en un volcán que estaba debajo de ellos. Decidieron bajar en una de las naves del científico y ubicaron al malvado Walov en una cueva situada a un lado del volcán, pero justo al llegar a tierra firme el volcán hizo erupción y tuvieron que salir de ahí de inmediato.
Después de haber huido hacia el interior de unas montañas, descubrieron que sorpresivamente se encontraban dentro de la guarida de Walov. Ahí se dieron cuenta de que obtenía su magia de las piedras preciosas de la cueva, pero el mecanismo que utilizaba no era el mejor. Los ejes malignos que formaban parte de la máquina para extraer la energía mágica no funcionaban bien, por lo que el científico entendió por qué Walov robó sus ejes sagrados. Estos permitirían que su máquina funcionara mejor.
Lo que no sabían Moy y el científico era que había más máquinas en toda la cueva y varias de ellas ya tenían los ejes sagrados funcionando. Esto aumentó los poderes de Walov y justo en el momento en que estaba recibiendo su máximo poder de las piedras preciosas, el científico y Moy lo encontraron, pero ya era tarde.
Walov empezó a mover la galaxia, dejando atrás la galaxia vecina. Por consecuencia, el planeta salió del sistema solar, llegando cerca de otra estrella, donde se mantuvo en órbita. Pero esta era muy caliente y el planeta empezaba a fundirse.
Por suerte el científico disponía de un tubo de ensayo que contenía un líquido que causaba el efecto inverso. Luego de utilizarlo y de que todo estuvo estable, el científico y Moy hablaron con Walov para saber por qué hizo todo eso. Su sorpresa fue descubrir que Walov solo quería ver otras estrellas y galaxias pero ni siquiera su magia era capaz de llevarlo hasta esas distancias. Conmovido por los sueños de Walov, el científico le dio una nave espacial con la condición de que este le ayudara a documentar descubrimientos de sus viajes por el universo. Walov se puso muy feliz y apenado devolvió los ejes sagrados al científico, así los robots volvieron a funcionar de manera adecuada y todos vivieron en paz y armonía.
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