[Como resultado del concurso “El cuento en cuarentena”, organizado por Palabrerías, con apoyo de las revistas Teresa Magazine, Tintero Blanco y Zompantle, este cuento será incluido en la antología El cuento en cuarentena, la cual podrás hallar próximamente de manera gratuita en la página de Palabrerías]
Por David Terrazas Tello
Teníamos 15 años cuando me dijiste que te ibas porque el pueblo le quedaba chico a tus pies. Guardaste en tu mochila tus sueños y tus esperanzas, después me regalaste tu rebozo, ese que usabas en las fiestas, me dijiste que no lo ibas a necesitar. Te dije, mientras acariciaba tus manos frías, que la ciudad era un monstruo de mil cabezas, pero tus ojos brillaban tanto de emoción que no pude detenerte. ¿Por qué no te detuve? Enterré tu peineta debajo del fogón de la abuela, pensando que el conjuro haría efecto y te quedarías conmigo para siempre: no resultó. No tuve fuerza para mirarte partir en el camión de las siete y me escondí en la troje, pensando que solo era un mal sueño, una pesadilla de esas que le dan al abuelo Hermilo cuando toma mucho aguardiente en la mayordomía.
Pasaron varios meses para que recibiera tu primera carta, me decías que la ciudad era muy bonita, pero que extrañabas las tardes en las que nos sentábamos en el monte a mirar cómo subía la niebla hasta el pueblo. Me relatabas que había muchas casas, mucha gente con prisa de ir a quién sabe dónde, que estabas aprendiendo muchas cosas en la escuela. Me decías que ser libre es un destino y que el cielo y el sol son de todos. ¿Por qué no te detuve?
En tu segunda carta me contaste de él, de la emoción que sentías cuando te hablaba y se te acercaba, de la emoción que sentiste cuando te habló de cerquita, me contaste que tu corazón se sentía contento cuando ambos se miraban y sonreían. Yo te seguí pensando, te seguía mirando en el quiosco, te seguía mirando con tu canasta los días jueves en que se hacía el mercado grande; iba todos los días al río, seguía imaginándote, deseándote como aquella vez que te miré desnuda por primera vez sin que tú te dieras cuenta. ¿Por qué no te detuve?
Hoy hace 5 años que no sé nada de ti, en la última carta me dijiste que ya no guarde tu rebozo porque no regresarías nunca al pueblo y que ser libre es un destino y que la ciudad sí es un monstruo de mil cabezas y que ahora todas las ciudades les quedan chicas a tus pasos y que mejor me olvide de ti pues es lo mejor para ambos.
Y yo sigo escondido en la troje como aquel día que te fuiste, siguiendo los pasos del abuelo Hermilo, porque solamente el aguardiente me quita esta sed que tengo de ti, esta sed de estar juntos de nuevo, mirando cómo sube la niebla al pueblo.
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