Por Timoteo Victoria
Te desvaneces
en lo desolado
del oleaje nocturno.
El viento
dispersa tus cenizas
y pertenencias
en el fútil olvido.
Te deseo
más que ayer,
un poco menos que mañana.
Ahora que
se presenta desnuda
la historia ante mí.
Ahora que
las mismas páginas de antaño
ya no me conmueven.
Eres veneno
de las calles desahuciadas.
solo deseo contemplar tu silueta.
No le perteneces a este mundo,
tu piel
extraño souvenir del desquicio.
Fuiste forjada para perseguirte,
para ser adorada
en las vitrinas de la suciedad.
Quisiera exprimirte
como lo hacen mis ojos,
como lo hace mi cuerpo.
Hacer maletas,
confinar el fuego
que me consume
al más triste de los cuartos
de esta enmohecida ciudad.
Pero tú sigues ahí:
inmaculada.
Escondida a la vista
de una sonrisa casual:
risa estruendosa
que quiebra los espejos,
generando revueltas
en la gente inmóvil
y ciega.
No quiero poseerte,
quiero arrancarte
un suspiro
o encapsular tu fragancia.
Poder comunicarme
con los demás
en el lenguaje de los dedos.
No me importa perderte
si es en un helado andén
de boleto sin regreso.
Me enfermas,
me sacudes,
terminas por imponer
aquellas cicatrices ingrávidas
sobre mis párpados.
Te esfumas
en el sueño
que nadie soñó,
en el aire
que nunca presentimos,
en el despertar
de un corazón asesinado
a bocanadas.