Por Daniel Gutiérrez
Sentado en mi sofá, con la lluvia que grita mientras golpea mi ventana queriendo entrar, pensando en otra realidad, la puerta llama. Me levanto para abrirla y me encuentro con un viejo que desconozco, me pregunta por una persona poco conocida, le digo lo obvio y cierro la puerta.
Mi casa sigue oscura, quizás me cortaron la luz, mi esposa e hija siguen de viaje y por problemas de clima aún no sé cuándo volverán. La cabeza no me ha dejado de doler y a veces pienso que esta realidad jamás la debí suponer.
Ahora abro los ojos, mis venas se encuentran vacías a la tonada de los gritos de dos mujeres que seguro son conocidas.