Por Fabricio Gutiérrez
Bajan las palomas a picotear
mi corazón
cuando te hago el amor.
Tocan a la puerta, es mi primo el punk,
me dice que ha muerto el Negro
de ocho balazos
al querer asaltar una gasolinera
y que aún sigue su cuerpo tendido
en una banqueta.
No tardo, te digo
al levantarme de cama,
y te doy un beso en las piernas.
El revoloteo de las palomas
esta vez me aflige.
De camino a la gas,
los amigos de la cuadra me abrazan con fuerza,
me ofrecen consuelo.
Lo saben todos a mi alrededor:
amar es un riesgo constante
que te puede dejar tendido en el suelo
con el rostro desfigurado.